Visita al mundo humano

El mundo humano no era tan distinto de la ss como me esperaba, o al menos esa fue la primera impresión que tuve de el. Un oficial de mi escuadrón me dijo que era porque nos encontrábamos en las afueras de la ciudad, pero yo seguía creyendo que no podía ser demasiado diferente. Me di cuenta de lo equivocada que estaba cuando subí a lo alto de un árbol, y pude contemplar la explendor que aquel extraño y maravilloso lugar.
Me encontraba ahí porque algunos oficiales habían pensado que los nuevos debiamos conocer un poco el mundo humano para misiones o algún tipo de emergencia futura. Sin duda era una tontería, pero yo estaba realmente entusiasmada de estar allí, ya que era la primera vez que pisaba terreno humano. Si, lo era. En la academia no había podido asistir porque, aunque luego hubiera puesto una excusa estúpida, aquel día llegué tarde a clase.
Fuimos a un bosquecillo que había al sur de la ciudad, no demasiado frondoso, pero lo suficientemente aislado como para entrenar un poco. Aunque sabíamos que la mayor concentración de hollows se encontraba en la ciudad, por allí todavía se podía encontrar alguno que otro extraviado. Lo primero que hicimos fue entrenar la capacidad de detectar presencias, buscándolos por toda la zona en grupos. A mi me había tocado con un grupo de ignorantes que no hacían más que seguir a un cabecilla que iba más perdido que una oveja en el seretei; y, después de discutir sobre cual sería el mejor camino a seguir, me separé de ellos y seguí por mi cuenta un rastro de reiatsu muy débil que, según aquel imbécil, me había inventado para que todos me siguieran.
Seguí el rastro, durante un buen rato, al parecer estaba más lejos de lo que me esperaba. Seguramente, ya habría sobrepasado los límites del perímetro que nos dieron, pero no me importaba. Iba saltando de árbol en árbol, posándome de vez encuando sobre las ramas más altas para admirar la ciudad, que cada vez estaba más cercana. Unos minutos después encontré mi objetivo: un pequeño hollow caminaba en dirección a la ciudad, con paso lento. Con cuidado me acerqué a él, recordando las instrucciones básicas para matar a un hollow: un corte por la espalda que atravesase toda la máscara y el hollow se desvanecería por completo.
Salté y levanté mi espada para atravesarlo por la mitad, pero justo entonces el hollow se dió la vuelta, y al verme sacó un tentáculo del brazo que me golpeó y caí al suelo. Desde allí abajo, el mostruo no era tan pequeño como me había parecido sobre un árbol. Este levantó el otro brazo, dotado de unas enormes garras grises y las clavó en el suelo. Para mi suerte, conseguí esquivarlas rodando en el suelo. Me puse en pie, pero en ese justo monento me di cuenta de que mi kimono había empezado a teñirse de rojo por la parte del pecho. Supiré hondo, aquello no iba a ser tan fácil como me esperaba. El hollow volvió a aparecer delante de mí y aquella vez sí me dió tiempo a reaccionar a sus rápidos movimientos, pero no acerté a más que a darle una fuerte patada, que lo envió volando hasta golpearse contra un árbol. Aquella era mi oportunidad. Salí corriendo tras él y antes de que reaccionara le corté la máscara en dos.
Sonreí satisfecha mientras veia como el mosntruo se desvanecía y me apoyé sobre un arbol a recuperar el aliento. Justo en ese momento escuché un ruido tras él y cogí de nuevo el mango de mi zampakuto, dispuesta a comprovar si es que había más hollows por allí. Sin embargo, para mi sorpresa, no encontré un hollow...

Me quedé observando al hombre unos instantes. Emitía un reiatsu muy extraño que no había percibido nunca antes, y su vestimenta blanca me decía que seguramente no venía de la ss. Sin saber que hacer ni que decir di un paso atrás y levanté, haciendo un gesto de dolor, el brazo que sostenía mi zampakuto hacia a él. Este obsevó mi herida y sin ningún tipo de preocupación en su semblante soltó un "estás herida". Miré la herida de mi pecho. Sangraba lo sullo, pero no parecía demasiado profunda (de haberlo sido, por la poca experiencia que tenía yo con heridas graves, dudo que hubiera podido mantenerme en pie).
Volvi a levantar la mirada para verle. Me di cuenta de que mi mano había empezado a temblar ligeramente; nose si por miedo, cansancio o dolor.
-Lo... lo se -conseguí aricular por fin haciendo otro pequeño gesto de dolor y viendo que la sange empezaba a llegar al suelo dibujando pequeños puntos color carmesí en este- ¿Qui...quien eres tu?
Se hizo el silencio de nuevo. Durante unos instantes pude escuchar el viento fluir por el bosque, haciendo que las ojas se movieran con él. Aun esperando una respuesta por parte del peliblanco, y apuntandole desde lejos con mi zampakuto, me obligué a mi misma a dejar de temblar y mi mano quedó quieta sobre la empuñadura de mi katana.

A medida que el hombre se acercaba más a mí, mi cuerpo se iba tensando. Mi mano, que permanecía quieta aun sobre mi zampakuto, empezó a ejercer más fuerza sobre la empuñadura, dispuesta a lanzar cualquier ataque si era necesario. No sabía quen era, no sabía lo que era, y eso era lo que más me asustaba de él. Sin embargo, la indiferencia presente en su rostro me decía que no parecía querer nada de mí. Entonces... ¿Qué hacía allí? Por mucho que mi cerebro diera vueltas para encontrar una respuesta, no la encontraría jamás.
Él tan solo se limitaba a obserbar y hablar sobre mi herida, que cada vez sangraba más. Y lo que decía era verdad, necesitaba encontrar a alguien que me curara las heridas o empezaría a debilitarme. Justo mientras pensaba eso, bajé mi katana, pero no mi guardia; pues cualquier movimiento de una espada empuñada por mi no es que resulte muy difícil de esquivar, pero mis reflejos cuerpo a cuerpo eran los más rápidos que seguramente había en la zona (o eso pensaba yo, ya que entonces no conocía la fuerza del arrancar). Cuando estaba ya a solo dos pasos de mí se presentó y, después de unos instantes de silencio por mi parte, hablé, ya que tenía bastante curiosidad por saber que era quel hombre que emitía aquel reiatsu tan extraño.
-Mi nombre es Natsumi -dije sin querer dar demasiados detalles, solo por si acaso. Mi voz se mostró firme y segura, y eso me gustó. No quería darme aires de persona importante, pero por lo menos debía ocultar que era una novata en el arduo oficio de shinigami, ya que eso me hacía una presa fácil- Perdona que te pregunte-continué tras unos segundos de silencio- Tu... eres... eh....- mi voz se desvaneció ya que no sabía que decir.

Mi cara cambió de repente al oir las palabras del peliblanco.
-Un a-a-rran... -mi voz se quebró antes de poder decir la palabra completa. Por supuesto que había oído hablar de los arrancar, en la academia los habían descrito como seres con una fuerza monstruosa, aquellos que habían sido unos de los mayores enemigos de la sociedad de almas.
Empecé a caminar lentamente hacia atrás, con la mano de nuevo en la empuñadura de mi zampakuto, y mirandole fijamente a los ojos. Mi rostro no podía ocultar mi miedo, mis manos temblaban, y la adrenalina se había vuelto presente en mis venas, haciendo a mi corazón acelerarse de terror. No controlaba mis piernas, estas se movian solas, buscando como salir de allí, pero de repente estas se toparon con una piedra y caí al suelo. El golpe fue horrible para mi herida, me causó un agudo dolor en esta, soportable, no obstante. Cerré los ojos en gesto de dolor y abracé la herida. Si no me calmaba aquello seguiría sangrando aun más, y debía vendarla, sin embargo ¿Qué podía hacer? Me sentía acorralada, nunca había sentido tanto miedo. No había nadie cerca de allí, aunque gritara nadie vendría a ayudarme. Me preguntaba qué iba a hacer él, un arrancar con muchísima más experiencia que yo; conmigo, una shinigami novata y sola.
Los segundos pasaban y el no hacía nada. El silencio, el no saber qué iba a pasar me estaba matando.